Hace poco buscaba sin mucha esperanza, libros de comunicaciones para mis clases en la universidad, ya que toda mi biblioteca se quedó en Lima debido al poco equipaje que uno puede traer por avión hasta Iquitos. Digo poca esperanza porque como muchas ciudades del interior del país, las únicas librerías que uno encuentra están plagadas de textos piratas de bestsellers, libros escolares o títulos de autoayuda. Ese es uno de los pasatiempos que extraño de mi vida en la capital: perderme hojeando libros en las librerías, ferias de libros usados y hasta carretillas de libros de segunda que algunos señores con espíritu de bibliotecarios se apostan en los mercados de abastos.
Sin embargo, tuve la grata sorpresa de encontrar un título revelador, del editor Jorge Yarce sobre Filosofía de la Comunicación, que había sido un tema de conversación con el Coordinador Académico de la Escuela de Comunicación de la UCP quien es un sacerdote católico -con estudios de Teología y Filosofía por tanto- perteneciente a la orden de los Identes. Habíamos coincidido en un taller informativo sobre la naturaleza vocacional de la carrera y la necesidad de no sobrevalorar el saber práctico sobre el saber humanístico hoy tan marginado de las aulas universitarias en algunas instituciones. Es una tarea ardua pero pionera, sobretodo porque en esta región se asocia al comunicador como periodista (cual sinónimos) y aunque yo misma tengo estudios de periodismo, ejercer la comunicación es mucho más que hacer prensa. La mayoría de nuestros estudiantes solo tiene en mente la alternativa laboral audiovisual o periodística y algunos más el ejercicio como publicista que será una nueva especialidad a partir del siguiente semestre.
Creo que es imprescindible que los comunicadores, cultivemos mediante el estudio este carácter humanístico de la carrera, empezando por reflexionar sobre los valores y virtudes que canalizamos a través de nuestros mensajes. La praxis es importante también, pero en esa área tenemos limitaciones pues la formación moral y espiritual parte de casa y mucho antes que recibamos a los estudiantes en las aulas universitarias. Como docentes la misión es doble, pues somos los encargados de velar por esta foble formación desde que nuestros estudiantes ingresan a la universidad... como les digo siempre a mis alumnos, cualquiera puede ser periodista, cualquiera puede escribir un blog, no hacen falta los títulos académicos... pero si tienen el privilegio de asistir a un centro de estudios superior, es una obligación casi moral leer algo de filosofía (sobretodo para combatir esa soberbia académica de algunos letrados). Después de todo, es y ha sido la madre de todas las demás ciencias.
Veremos cómo resulta la experiencia loretana, a lo mejor aquí sí podemos sembrar algunas semillas :)