Como profesora de periodismo en una universidad loretana he vuelto a toparme con la cruda realidad del periodismo utilitario que tanto disgusto y debate provoca en mis clases. Ya desde mis primeras experiencias en la selva -trabajando para una ONG en un proyecto alternativo- sentí la verguenza ajena del ejercicio de muchos colegas que han hecho del periodismo una oferta de servicios al mejor postor.
Siempre he manifestado mi desagrado y repulsa sobre esta clase de ejercicio. También he pasado por la prensa y tengo la tranquilidad de decir que nunca recibí un "regalito" para tratar bien a alguien o promocionar servicios a terceros beneficiándome en el camino.
Tal vez -como siempre- me digan que exagero, pero creo que cuando uno escoge el periodismo como vocación siente que esta fea cara de la moneda termina por embarrarnos a todos metiéndonos en el mismo saco. Incluso recuerdo como si fuera ayer una frase que hasta ahora me revuelve las entrañas: "ya se te va a pasar, es que eres muy joven y recién estás conociendo, eres muy idealista" frase acompañada de unas benevolentes palmaditas al hombro. Como si la probidad o la decencia fueran locuras de juventud. "Todos lo hacen", era la conclusión que escuchaba (y escucho) a mis casi monólogos sobre el rol de los periodistas como agentes de cambio y la responsabilidad social de los medios.
La época electoral resulta así, para muchos, algo así como la oportunidad de agenciarse de mucho más dinero que en otras épocas del año. Si hasta parece que los viera sobándose las manos ante las pingües ganancias que logran cobrando por entrevistas, por no "hablar mal" (y por un plus "hablar bien") de los candidatos, y otros recursos. ¿Todos lo saben significa que todos lo hacen? ¿Y luego qué batuta moral esgrimiremos para observar la paja en el ojo del funcionario corrupto o del extorsionador común? Porque la represalia y la "mala prensa" es la amenaza velada ante la negativa de pagar una cuota mensual de "auspicio" o "prensa" que innumerables instituciones cargan en su presupuesto.
Sé de alumnos que también han caido en estas prácticas y esto me apena. Quizá porque la realidad es más dura de afrontar cuando hay necesidades que cubrir, pero también porque, creo yo, no hay muchos modelos qué seguir. O cuando es peor, comprobar que la meritocracia todavía no es un paradigma en nuestro país. ¿Para qué esforzarse cuando pueden conseguir mejores cosas con menos escrúpulos? No puedo obligarlos a que tomen el derrotero que yo he decidido seguir: ser coherente entre lo que digo y hago... aunque eso me haya costado puestos laborales, amistades entrañables y algunas lealtades.
Me frustra no poder transmitir que la información no se compra ni se vende, menos las líneas editoriales. Es la única lección memorable que recuerdo de mi profesor de redacción de mi Alma Mater: el día que reciban dinero, ese día perdieron para el resto de su vida como periodistas. Podrán señalarlos y decir: ese periodista tiene precio.
Sé de alumnos que también han caido en estas prácticas y esto me apena. Quizá porque la realidad es más dura de afrontar cuando hay necesidades que cubrir, pero también porque, creo yo, no hay muchos modelos qué seguir. O cuando es peor, comprobar que la meritocracia todavía no es un paradigma en nuestro país. ¿Para qué esforzarse cuando pueden conseguir mejores cosas con menos escrúpulos? No puedo obligarlos a que tomen el derrotero que yo he decidido seguir: ser coherente entre lo que digo y hago... aunque eso me haya costado puestos laborales, amistades entrañables y algunas lealtades.
Me frustra no poder transmitir que la información no se compra ni se vende, menos las líneas editoriales. Es la única lección memorable que recuerdo de mi profesor de redacción de mi Alma Mater: el día que reciban dinero, ese día perdieron para el resto de su vida como periodistas. Podrán señalarlos y decir: ese periodista tiene precio.
En estos días que estuve recopilando información para un informe sobre las candidaturas electorales en la región, me topé con la altisonante queja de un colega radial sobre la negativa de cierto candidato de pagar para que lo entreviste. Tienen un extracto del audio aquí con argumentos del tipo: "...todo el mundo cobra, no es un secreto a voces", "...si quiere hacer campaña sin pagar pues no se meta en campaña", etc. En su atrevida ignorancia cree que usando un discurso ampuloso demostrará que es un buen periodista.
Es cierto que cada hombre decide lo que quiere hacer y nada es bueno o malo según los principios de la objetividad, pero los roles que adoptamos sí nos obligan a cierto tipo de conducta social. Así que valga este post para recordar a mis alumnos que el periodismo responde a principios más nobles que el pasar por caja. Algo que con sorna replicaba el gran Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros".